Cardigan Cometa

Un nuevo proyecto, el Cardigan Cometa, apareció de manera furtiva susurrándome en forma de KAL. Sumarme a esta iniciativa era una oportunidad para apoyar a dos personas que organizaban el evento y, también, por qué no, de compartir con un grupo de conocidas y desconocidas tejedoras. A ver qué tal.

De primeras, dudé. Otra prenda más, con todos los que hay en cola. Ilusión por algo nuevo no faltó. Como todas las prendas que animaron y que hoy ocupan un espacio en mi armario.

Lo que despachó mi vacilación fue observar que se trataba de un proyecto, a priori, accesible, asequible y resultón… Venga, va, adjudicado. Vamos a por el kit y a por el patrón, que esto va a ser un visto y no visto.

Combo perfecto: colaboro con personas importantes para mí, me relaciono con otros, engordo mi alegría.

Primeras vueltas, avanzo como un rayo, una, otra, y otra… hasta que me atasco en un error que no consigo encontrar. No me salen las cuentas. Como un ángulo ciego. No sé qué he hecho mal. Tampoco quiero pedir ayuda. Me enredo en pensamientos pegajosos incómodos.

En una habitación oscura de mi cabeza, comienzan a pronunciarse palabras como: «Pero si es facilísimo… Oye, ¿pero qué pasa contigo? ¿Cómo es que las compañeras en el chat muestran uno, dos, tres prendas y tú aún te arrastras con las primeras vueltas? ¿Será que no es tan fácil para ti? ¿Será que eres un poquito torpona? ¿Será que no estás hecha para esto? ¿Será que para ti todo es difícil?»

Estos pensamientos comienzan a cobrar tanto protagonismo en mi mente que desplazan cualquier otro que me devuelva a la mesura… Y consiguen alejar de mi foco de atención durante unas semanas el accesible y facilongo Cardigan Cometa. La ilusión del comienzo se apaga y la frustración conquista el espacio.

Y, de repente, surge la pregunta: «¿Es esto un déjà vu? ¿Por qué nada de lo que estoy atravesando me es ajeno? ¿Y si en todos mis patrones anteriores he estado tejiendo el Cardigan Cometa?»

Volvamos al tema de la ilusión. Que, más que ilusión, creo que parte de una especie de insaciable deseo por tejer infinitos objetos, y es lo suficientemente magnética como para hacernos volver al tejido. Esta no es, como seguro que cualquier artesana puede reconocerse en mis palabras, siempre alta y vibrante. A veces, como me ha pasado a mí, se atasca. Y hay numerosas posibilidades de que lo haga.

Cuando te equivocas o cuando aprietas (y te debates entre seguir o deshacer); cuando el cansancio no te permite dar ni una puntada más aunque te empeñes en hacer solo una fila más; cuando avanzas pero, mal que te pese, estás dándote cuenta de que lo proyectado no está siendo lo esperado, y ya no sabes si seguir avanzando por el efecto del costo perdido o volver al punto de partida…

Todos estos baches, y otros que ahora no me surgen, aparecen, tarde o temprano. Y, ¿no te parece que siempre surgen los mismos? O si no son los mismos, nos llevan a los mismos estados emocionales. Yo, sea la labor que sea, siempre me topo más o menos con las mismas cuestiones, ¿no te pasa a ti?

Si miro con un poco de distancia todos los senderos abiertos con cada proyecto, me doy cuenta de que repito patrones con cada patrón que enfrento. E intuyo que si me pasa a mí, como no soy muy diferente del resto de los mortales, es posible que también te pase a ti, tejedora. O puede que no. Si es así, cambia los pronombres en tu cabeza, e imagina que solo hablo de mí. Y ojalá que aun así te ayude o te inspire lo que cuento.

Si haces retrospectiva, tal vez veas que acostumbramos (o acostumbro) a ciertos comportamientos: a no apuntar nada en el patrón, o a hacerlo con una letra ilegible; a no subrayar lo que crees importante; a leer más bien poco y mal las instrucciones; a tejer enfadada o enfrascada en alguna cuestión; a trabajar dejando el ovillo en un lugar incómodo o poco apropiado (que no ruede libremente mientras demandamos hilo a medida que trabajamos); a tejer con dolor en el brazo dominante o con poca luz.

Piensa ahora tú. Date cuenta de si hay acciones que se repiten en cada nueva empresa que inicias.

Yo soy consciente de esos esquemas repetitivos, y he decidido que quiero hacer algo más que hacer de ellos una colección intelectual de “lo que siempre me pasa cada vez que cojo las agujas”. Por eso te lo cuento y te invito a que lo hagas. Creo que puedo usarlos como herramienta para acercar esta fracción de tiempo, que forma parte de mi vida, al fin y al cabo, a lo que aspira ser: una burbuja de conexión, calma, creación. Y así, también, lo aprovecho como una experiencia de autoobservación.

Por eso te invito a que observes tú tus patrones (no los de tu colección, sino los que marcan tus acciones). Mira a ver qué ocurre. Por pura curiosidad. Por hacer más expansiva la experiencia. Te guío con algunas preguntas:

    • ¿Cómo y por qué eliges tus patrones? ¿Qué priorizas?
    • ¿Cambias de idea cuando has elegido alguno? ¿Más de una vez? ¿Por qué crees que cambias de idea?
    • ¿Tienes un espacio para tejer? ¿Preparas ese espacio, o vas corriendo a ocupar cualquier lugar sin tener en cuenta si tienes todo a tu disposición? ¿Por qué vas corriendo a tejer?
    • ¿Lees el patrón antes de empezar? ¿Subrayas el patrón o lo marcas a medida que avanzas? ¿Lo fotocopias o lo mantienes en un dispositivo móvil?
    • Si lo imprimes, ¿lo dejas en una funda o lo doblas y lo guardas por ahí, y luego no lo encuentras?
    • ¿Sientes que tejes con prisa o relajada? ¿Te gustaría tejer más rápido o estás satisfecha con tu velocidad? Si tienes prisa, ¿por qué crees que deberías ir más rápido de lo que vas?
    • ¿Sientes nostalgia, hartazgo, indiferencia, cuando acabas un proyecto?
    • ¿Hay alguna parte favorita o menos favorita del proceso del tejido?
    • ¿Cuántos proyectos llevas a la vez? ¿Cómo te hace sentir?

Esta es una práctica que solo va a permitir hacer una lectura transversal de tu perfil como tejedora, no para juzgarte, sino para que te des cuenta de que las iniciativas, aunque todas diferentes, te llevan siempre a los mismos lugares físicos y emocionales.

Porque esto, aunque sea una afición, también habla de ti. Y aunque parezca una evasión, refuerza tus hábitos.

Una vez hayas hecho el diagnóstico, la propuesta es sencilla. Busca algo de todo lo que has detectado que creas que pueda mejorar tu experiencia (por ejemplo, te gustaría acompañar tu ratito de tejido con una bebida calentita o con música de fondo porque crees que mejoraría la experiencia), o pulir algún elemento que creas que esté distorsionándola (recoger el lugar en que sueles sentarte antes de comenzar a tejer). Rétate a hacer algún cambio, y prueba durante varios días, o rompe con una práctica que estés acostumbrada a hacer y mira cómo te hace sentir antes, durante y después.

Si odias esconder los hilos y los dejas para el final, invítate en esta ocasión a hacerlo una vez acabes el ovillo, y observa la incomodidad (o comodidad) que se genera. ¿Fue tan horrible? ¿Te molestó esconder el hilo o la mente que te decía que estabas “perdiendo” el tiempo haciéndolo en ese momento? ¿Cuántos minutos te llevó? ¿Cuánto ha distorsionado tu experiencia? ¿Podrías sostener esta práctica una o dos o tres veces más?

Con este minúsculo ejercicio conseguirás experimentarte y reconocer las reacciones de tu cuerpo y tu mente ante un elemento nuevo, con curiosidad y sin juicio. Y a la vez derribarás pequeños muros, te harás un poquito más resistente, enriquecerás más tus momentos con las agujas y los ovillos.

Y tal vez consigas que tu Cardigan Cometa solo sea un punto de partida a nuevas y revigorizantes empresas tejeriles, cada una con su nombre y apellidos, cada una distinta de la anterior.