Hablemos de aluminio

Este elemento que descubrimos en primaria junto a otros muchos en el mosaico de la tabla periódica, descontextualizado y deslavazado totalmente de nuestro entorno, y sin tener la más remota idea de su interacción con nuestro organismo (o eso recuerdo yo), resulta que aparece en los INCI de los muchos desodorantes que encuentras en el mercado: no solo en los de droguerías y perfumerías, sino también en farmacias, parafarmacias, y las marcas blancas que te ofrecen las grandes superficies. La promesa de un producto de higiene personal que prometía la antitranspiración, y la seguridad personal que trae esa situación, apareció en algún momento del siglo XX y llegó para quedarse.

Pero lo cierto es que hemos normalizado su presencia y, por ende, su función sin darle ni siquiera la oportunidad a que esa otra lección que aprendimos, también en ciencias naturales, relativa a la necesaria limpieza y detoxificación del cuerpo a través de las glándulas sudoríparas, calara en nosotros y nos hiciera darle una vueltita de tuerca a esta fechoría que nos hacemos a nosotros mismos un día tras otro.

Si una función vital del cuerpo es desechar nuestras toxinas, y una de las vías más importantes es a través de la piel y, más en concreto, a través de las axilas (sin ni siquiera entrar a valorar el tipo de sustancia que usamos para ello), ¿cómo puede reaccionar nuestra fisiología ante eso?  Es una función indispensable, por pura lógica, para que el organismo pueda seguir desempeñando sus otros procesos que le/nos mantiene vivos. Como cualquier otro sistema, de hecho: si hay colapso, se acabó. Es lógico, ¿verdad?

Pues veamos. Resulta que el aluminio no es un elemento cándido e inocuo. Una somera revisión a la información disponible y más o menos accesible muestra su toxicidad y su relación con problemas pulmonares, inflamación, neurotoxicidad y coadyuvante en la metastatización de cáncer de mama, entre otras lindezas. Como para darle una vueltita.

Si estamos decididos a dejar de hacernos daños de esta manera, podemos identificarlo muy fácilmente en la etiqueta: Aluminum Chlorohydrate, Aluminum Zyrconium Tetrachlorohydrex Gly, Aluminum Zyrconium Tetrachlorohydrex Peg, Aluminum Potassium Sulfate, Aluminum Sesquichlorohydrate, Aluminum Bromide (este listado ha sido extraído de un post en Instagram de @danielaandre.toxic_expert)

No obstante, y disculpa que sea tan peñazo, este “elemento” (nótese el retintín) no suele venir solo. Con frecuencia tiene a su lado otros compañeros de dudoso beneficio para ti, y para mí, y que son, entre otros:

      • Parabenos
      • Triclosán
      • Siliconas (PEG+núm)
      • Parafina
      • Talco
      • Ingredientes etoxilados
      • Ftalatos (que está incluido muchas veces en la fórmula secreta de Parfum/Perfum/Fragance…)

Todos estos elementos tienen una función específica en la fórmula, pero de siete que te he enumerado, seis son derivados del petróleo. Otra vez, sin ir corriendo a la evidencia que puedas encontrar más o menos fácilmente: ¿qué crees que puede reportarte ponerte cada día petróleo en tu piel? Tu piel se lo “traga” todo y va directo al torrente sanguíneo…

De forma individual, obviamente, tienen su efecto. Imaginemos el supuesto en que un producto tuviera una formulación limpia pero con alguno de estos como polizón.  Pues ya ni te digo que los encuentres de fiesta en un mismo botecito…  Tienen una incuestionable acción sinérgica y  afectan directamente a tu sistema hormonal. Son considerados disruptores endocrinos. Es decir, alteran tus hormonas. Y recuerda (otra vez, por las clases de ciencias naturales) que son sustancias vitales para que la mayoría de los procesos que suceden en tu cuerpo se desarrollen normalmente. Pero de esto, si quieres, te hablo en otro post.

Para ir acabando, déjame apuntarte solo un detalle más. Toda esta información está súper accesible. Existe mucha evidencia sobre las consecuencias “devastadoras” de alimentarnos con cosmética convencional (sí, nos alimentamos también a través de la piel: se come y se bebe todo lo que se posa sobre ella), porque contiene elementos que destruyen nuestra salud.

Si quieres descubrir o profundizar, googlea a Nicolás Olea.

Ahora que tienes estas nuevas gafas, me despido recomendándote que dediques unos minutos a ojear los pasillos de las grandes superficies, e incluso de las farmacias, y detectes en sus repisas que la inmensa mayoría estos componentes (y si te prometen 0% aluminio, ahí estarán en el INCI los otros compañeros de la fiesta) se encuentran en sus productos.  Y date cuenta de cómo la gente viene y va, y lo añade a sus cestas y carritos de la compra como si nada, sin ser siquiera conscientes de sus implicaciones. Como las papas y otros snacks con sabor a jamón y a barbacoa, que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria ha declarado hace unas semanas como carcinogénico, pero que no será retirado hasta dentro de cinco años… ¿A qué esperamos? ¿A una resolución como esta en cinco o diez años, cuando la industria esté preparada para retirarlo?

Y también, ya sí que sí, te recuerdo que hay una alternativa mejor para ti y para tu piel. Que si eres mujer, POR FAVOR, busques cuanto antes una alternativa al aluminio (y descarta la piedra de alumbre, porque también es aluminio).

Cuida de tu cosmética y de tus productos de higiene personal.

Cuidar de tu cosmética es también cuidar de ti.

Beneficios del ganchillo

Una plataforma destinada a ofrecer formación a creativos fue mi primera incursión más o menos ordenada en el mundo del ganchillo. Mi perfil me chiva que adquirí un curso para aprender a hacer un jersey con esa técnica en mayo de 2021. Meses más tarde salté a otra de pago en la que, a cambio de una cuota periódica, tenía acceso a un proyecto diferente cada mes. Utilizando ambas de manera consecutiva he logrado una soltura que jamás imaginé que desarrollaría. Aún recuerdo, en mis comienzos, descubrir y acercarme a patrones gratuitos de diseñadoras españolas reconocidas que generosamente habían colgado en sus espacios digitales y desistir tras leer las cinco primeras líneas por parecerme indescifrable el lenguaje que usaban. Ya no soy esa persona… Hoy puedo contarte que me asomo sin miedo a lo que encuentre que me llame la atención (y me quedo si me enamora) con la confianza de que seré capaz de encontrar soluciones en internet o en el mundo analógico si surge alguna dificultad.

1. Ha despertado ilusión en mí: contemplo, busco y me descubro admirando a personas que antes no sabía ni que existían. Se vuelven visibles elementos que en el pasado eran invisibles y el interés que ha encendido en mí va propagándose a actividades que guardan relación: tejer a dos agujas, bordar, coser; también pintar, la fotografía… Mi tiempo de ocio se va enriqueciendo y yo voy sumando habilidades que desempeño enfocada y con placer.

2. Nuevas conexiones. Entro en tiendas que antes me pasaban totalmente desapercibidas y entablo con naturalidad conversaciones sobre este tema u otros con crocheteras avanzadas o legas, sin ceñirme solo a empleados/as (o regentes) del negocio en el que me encuentro. Me sirve de trampolín para conectar y compartir con personas diferentes.

3. Si me observara desde mi yo pasado, el crochet me resulta una forma productiva e inesperada de entretenimiento (desde el punto de vista de mi historia familiar y no bajo una perspectiva social, puesto que tengo la impresión de que cada vez más personas se están aficionando a hacer nudos con ganchillo). Elijo los proyectos que más me gustan (sin que su nivel de dificultad me frene), disfruto y siento orgullo de madre ganchillera viéndolos nacer, crecer y llegar a su edad adulta, momento en que echo la última puntada y bloqueo. Listos para usar, hago, ilusionada, un espacio en mi armario o sorprendo a otra persona con una pieza exclusivamente única e irrepetible.

4. Esta actividad se perfila como un instrumento para observarme y curiosear sobre mi comportamiento. Así como soy en el crochet, también soy en mi vida diaria. Me doy cuenta de mi falta de paciencia y de la forma en que asoma la frustración al equivocarme (y que igual que viene se va), de mis antojos (que una vez dejados reposar se desvanecen), de mi manera de hablarme cuando hago algo mal, de mi recurrencia para evadirme siempre que tengo que deshacer o retomar algún proyecto que ha sido ensombrecido por los destellos de otro nuevo; de mi “falta de palabra” cada vez que me digo «esta es la última vuelta» o «a las y media cambio de actividad», etc.

5. Haber aprendido crochet reafirma, una vez más, mi capacidad para incorporar a mis destrezas una nueva. Le doy entidad a esta afirmación porque chirría con una creencia que, poco a poco, se va desmoronando: el hecho de que empezar tarde con ciertos asuntos o ciertas materias hace imposible que pueda a dominar la técnica que trae implícita. Por tanto, estar bordeando los cuarenta y obtener resultados bastante llamativos con el crochet me llena de confianza para exponerme a nuevos estímulos y aprendizajes. Y en esto conviene enfatizar que creo que me he desempeñado en este quehacer contra mi particular pronóstico. Me explico: yo he vivido durante una extensa etapa de mi vida muy apegada a la figura materna a la que admiraba profundamente, y era tal la ceguera de amor, que tan solo quería convertirme en una réplica exacta de ella. Y en ese pack estaba incluido el rechazo a todo lo que tuviera relación con las labores “femeninas” de las manualidades (hacer ganchillo, tejer, coser…). Así que de alguna manera me he desafiado a mí misma (sin esfuerzo, con placer) al introducir la actividad del crochet en mi rutina. Considero, pues, que he ganado por partida doble: estoy progresando en un terreno que mi referente familiar detestaba sin que tiemble el suelo bajo mis pies y soy capaz, no solo de apreciarlo, sino de crear y disfrutar con ello, sumando todos los beneficios que he ido exponiendo a lo largo del texto.

Una plataforma destinada a ofrecer formación a creativos fue mi primera incursión más o menos ordenada en el mundo del ganchillo. Mi perfil me chiva que adquirí un curso para aprender a hacer un jersey con esa técnica en mayo de 2021. Meses más tarde salté a otra de pago en la que, a cambio de una cuota periódica, tenía acceso a un proyecto diferente cada mes. Utilizando ambas de manera consecutiva he logrado una soltura que jamás imaginé que desarrollaría. Aún recuerdo, en mis comienzos, descubrir y acercarme a patrones gratuitos de diseñadoras españolas reconocidas que generosamente habían colgado en sus espacios digitales y desistir tras leer las cinco primeras líneas por parecerme indescifrable el lenguaje que usaban. Ya no soy esa persona… Hoy puedo contarte que me asomo sin miedo a lo que encuentre que me llame la atención (y me quedo si me enamora) con la confianza de que seré capaz de encontrar soluciones en internet o en el mundo analógico si surge alguna dificultad.

Esta lista probablemente es más extensa y más amplia en los puntos esbozados, pero no soy en absoluto consciente ahora mismo. La he elaborado sin encontrar grandes resistencias mentales porque considero que era necesario parar, ver y analizar qué elementos puede traer algo en apariencia tan banal como ocupar tu ocio haciendo nudos de colores. Todo lo que hacemos tiene su trascendencia, y me ha encantado identificarla a través de estas líneas.